miércoles, 16 de julio de 2008

Los zorros del viejo viaducto.


Junto al viejo viaducto, buscando el abrigo de una pequeña cueva, una zorra crió esta primavera dos zorrillos. Los tres animalillos juguetaban felices mientras, al anochecer, algunas personas ancianas les echaban comida. Disfrutabamos de su presencia y de sus juegos despreocupados. Los observabamos con interés y comentabamos cualquier novedad que se producía. Alguien bienintencionado, un buen día, dió aviso a la prensa y los medios de comunicación sembraron la noticia en todos los corrillos de la ciudad. Aparecieron los "entendidos", esos expertos en ecosistemas y temibles ingenieros del medio ambiente. Cazaron a los animales uno a uno a la vez que observabamos la tristeza progresiva de los zorrillos que restaban por capturar. Dicen que se los llevaron a un ecosistema adaptado a su naturaleza animal. Nos quedamos entristecidos, nosotros, al adivinar que lo que antes eran juegos, saltos, carreras y vida alegre, ahora era un oasis de soledad y tristeza. Recuerdo que siempre han vivido los zorros en los entornos de los lugares. Recuerdo que antaño asaltaban los gallineros por la noche. Y recuerdo la hostilidad de los vecinos contra estos animales que competían con ellos por las proteinas de los gallineros. Ahora sin embargo hay comida para todos y nosotros, al parecer, nos sentimos más civilizados por alejarnos de nuestro entorno. Creo que fue un error, nuestros amigos los zorros estaban bien entre los turolenses que los querían y los mimaban. Los abuelos llevaban a sus nietos a verlos mientras les contaban montones de historias de su infancia acaecidas en confrontación con el habilidoso zorro. ¡Que animal más bello e inteligente! ¡Que poca flexibilidad en el, ahora, amo de la creación! El hombre es un lobo para el zorro pienso y afirmo con tristeza y nostalgia.